La maestra recién recibida enseñaba literatura en la cárcel de menores. Chicos de entre 18 y 20 años con vidas muuuy largas.
Les leía poemas de Cortázar, canciones de cuna entonadas por las madres mapuches, versos. Subrayaba siempre la idea de que la palabra podía hacerlos libres. Y eso también era un aprendizaje.
Un par de años dio clases y dejó.
Años de lean, lean, aprendan a expresar, escuchen, hablen, escriban, sientan la palabra y usen.
Ayer la asaltaron en el parque tres muchachos y uno de ellos tenía un arma. Fue un confuso episodio, tironeo, golpes...En el momento mismo de gatillar, en el instante de correr las balas, el chico la reconoció
-No dispares, no dispares...es la maestra.
Entonces la palabra la hizo libre, pero sintió el fracaso.
Fin.
1 comentario:
AAAAhhhh, al menos le guardaban cariño y veían sus buenas intenciones, sólo que las letras no siempre se comen en sopita y el hambre es canija...
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