Era un pulmón en el cuerpo de José, albañil y bailantero.
¡Cómo se inflaba ese pulmón al ritmo del cuarteto!.
Y a la misma bailanta fue Leticia una vez. Con las amigas. Pero nunca supieron el uno del otro. A ella más bien le gustaba la cumbia aunque ahora está escuchando reggaeton.
El pulmón de José subía a los andamios, andaba en bicicleta y paseaba con los perros el domingo. Los de Leticia- los pulmones-no los perros, sufrían fragilidad y desmesura. Es que Leticia había aprendido a besar con las películas, esos besos de Loren con Marcello, esos besos con aire y con llovizna. Y un día en que no se supo que iba a pasar lo que no sé si tenía que pasar, pasó. Los pulmones, en vez de cuatro, dos y la vida de Leticia se fue andando con aquella bicicleta que fuera de José. O en su pulmón, no sé. No sé y no me interesa (de quién y cómo era donante donador donareme donativo positivo cero erre ache i bla bla); eso es historia clínica. Lo bueno es que la vida ganó lejos y tanto aire José está esté, lo sé, besando en technicolor desde boca Leticia.
* Imagen de web
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