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viernes, 26 de diciembre de 2008

Navidades (*)


Conocí Paris y caía nieve sobre las viñas de Reims, la región de las uvas gordas para el champagne más champagne. (**)Viajé en tren cruzando hacia Donostia viendo como cambiaban los rostros y el idioma. Anduve el Sena, el Moldava, el Danubio, el Río de La Plata… pero elijo contar una experiencia en Puelches. Una experiencia de fin de siglo. Puelches es un pueblo de no más de 500 habitantes, al sur pampeano, al final de la enorme cuenca del Desaguadero –Salado- Curacó. Largo recorrido que transitaron araucanos, mapuches, tal vez el mismo Nguenechen, Dios que todo lo ha creado, caminaba esos bordes. Puelches se conecta por ruta en forma directa con la ciudad de Santa Rosa, capital de La Pampa, Argentina y es conocido porque allí se encuentra una subestación de rebaje para el transporte de energía eléctrica desde El Chocón. Recibí el 2000 en ese pueblo, entre piquillines y jarilla. Mi hermano trabajó en la mencionada subestación de energía durante 19 años y ese 31 de diciembre debía cumplir un turno. Allí fuí con, castañas de cajú más el abundante champagne de las viñas nevadas a brindar con él, su familia y la inmensidad del desierto. Enfrente del complejo eléctrico está la Urre Lauquen, laguna salada que junto a La Dulce y La Amarga completan el paisaje puelchano. El lugar es el paraíso de la electricidad, hay torres, casillas de energía, el refugio de la policía y tres o cuatro casas -estilo inglés- vacías. En la única habitada esa noche, estábamos nosotros, mi madre había colgado lucecitas en un pino alto y mi hermano querido cocinaba un chivo en la estufa hogar. El placer del sabor de los chivos de Puelches es exagerado. La soledad, el canto de los grillos, la bruma azul de la Urre Lauquen, son exagerados…. “Era una triste paloma/ensortijada la niebla/un alma bruja perdida/por esos cerros violetas” afirma Juan Bustriazo Ortiz, poeta pampeano, en su Estilo de la niebla. Cenamos y brindamos mientras afuera el silencio y el cielo como mar confirman que es verdad que los mapuches estuvieron allí cantando " ELLANELAI CALLFU MAPU"( Qué bonita es la tierra que se ve tan azul).

No hubo efecto 2000 en las computadoras, todos los usuarios brindaron iluminados y sin apagones gracias a nuestra guardia eficaz, empezó el nuevo año y nos fuimos a la cama. Dormí hasta las diez. Con el sol alto el desierto es otra cosa, otra magia. Salí de la cama, de la casa, de la calma, como estaba y la energía a esa hora, con casi 40 grados, vibra, vibra y provoca un reflejo plateado por el que nadan los mil bichitos del monte. Andar semidesnudo, y semidescalzo es una sensación que se parece a estar libre pero la inmensidad del lugar te desafía. Vuelta de mi paseo – 8km hasta el puente del Salado- Chadileuvú- me tocó la parte de hacer los mandados. Ahora en auto, nos fuimos hasta el almacén del pueblo con mi sobrina - 15km-. Puelches gente belicosa- según las toponimias consultadas- estaba quieto. Volvimos con cebollas, tomates, ají y un pollo que mi madre convirtió en el mejor tuco del siglo. Almorzamos tarde unos tallarines amasados – una persona, una yema- a pedido de mi ya puelchano hermano que hizo desesperado uso y abuso de la familia, y dormimos la siesta. Regresé al día siguiente por la ruta 152. A 33 km, sobre esa misma ruta, está el Parque Nacional Lihué Calel, Las Sierras de la Vida, el sitio elegido por la gaillardia cabrerae, una margarita amarilla que es la flor pampeana y da el toque de color a esas formaciones de roca volcánica de origen precámbrico. Pasaron unos años y mi hermano se fue trasladado a Macachín, pero vuelvo a Puelches todo el tiempo vuelvo. Desde 2004, el gobierno de la provincia trazó un proyecto sueño hacia el norte- a 110 km de allí- se construye Casa de Piedra. Una Villa ecoturística en torno a un gigante espejo de agua generado por una presa que ocupa 36.000 hectáreas y convierte al lugar en un oasis en medio del gris y la roca que anuncian la patagonia. Tal vez un proyecto que, además de desarrollar una estrategia productiva y de expansión, intente dar respuesta al desafío histórico de devolver verde y agua a la sed pampeana. “Le crece solo al pampeano/ su sed por el arenal/ y en los charquitos que deja/ moja la copla al pasar. / La Pampa tenía Ríos/ yo no sé si los tendrá;/la cosa está conversada / y yo la quiero cantar”. Julio Domínguez canta esta milonga corralera y acaba el cuento de mi viaje por Puelches y hacia el siglo.

Seguiré planeando ir otra vez a Paris, a Praga luminosa, a Paraty de la selva húmeda, a todos los lugares posibles. Ir y volver siempre a La Pampa, la tierra que me habita y habito.

*Navidad de cambio de siglo. Puelches. La Pampa. Argentina. Relato de viaje publicado en Clarin. Premio NR 2005.
** La foto de inicio de blog, fragmento de la copa de champagne, fue tomada en las bodegas de Moet & Chandon, Epernay. Francia.
* Foto " Del otro lado", en Casa de Piedra. Octubre 2008

4 comentarios:

fantásmica dijo...

Impresionante ese relato Orillera!, Aún no he viajado tanto pero en mis venas hay sangre Pampa y tus palabras me acercan mágicamente a la tierra compartida. No estoy tan lejos, pero valoro profundamente las manzanillas de la siesta en cada regreso. Llegué a tus letras por casualidad y volveré a refrescarme con historias nuevas.

Anónimo dijo...

Excelente relato, tiene olor a La Pampa, fElicitaciones.

Adriana Lis dijo...

Gracias, pasen y paseen por la Orilla cuando gusten!!!

Anónimo dijo...

volvió cascabelito a este lugar (tu blog) que habitás y que me habita, como nuestra pampahembra...

siempre gustásme siempre quieróste!
juli