Tomás y Victoria no se casaron por iglesia.
- “Pero se quieren y son buenos”- justifica la suegra todo el tiempo.
Ella trabaja y él está desocupado.
Tomás y Victoria cambian roles, inventan, hacen un guiso enorme para invitar amigos. A veces van al cine, hacen el amor sobre una mesa y juegan. Tomás escribe un diario como si fuera marinero, ella se ríe o llora.
Un fin de semana se fueron de viaje; otro, ella lo echó y hasta el jueves no volvieron a estar juntos.
-“Pero se quieren y son buenos”- justifica la madre todo el tiempo.
Tomás manejó un taxi por tres meses mientras Victoria buscaba nuevo empleo. Pintaron el comedor, escuchan jazz y cuidan dos plantas de tomate guachas, en un terreno baldío a media cuadra.
Por ahora no van a tener hijos. Igual ella teje una manta, con la mismas agujas-antena con las que ven televisión, y él construye una cuna de madera.
Van lento.
Hay momentos en que se odian mutua y profundamente. Otros, no.
De común acuerdo, marcan los días en el calendario. Cuando son felices encierran el número con un círculo rojo.
Y no viene nada mal septiembre.
-“Porque se quieren y son buenos”- justifica la sociedad. Todo el tiempo.
- “Pero se quieren y son buenos”- justifica la suegra todo el tiempo.
Ella trabaja y él está desocupado.
Tomás y Victoria cambian roles, inventan, hacen un guiso enorme para invitar amigos. A veces van al cine, hacen el amor sobre una mesa y juegan. Tomás escribe un diario como si fuera marinero, ella se ríe o llora.
Un fin de semana se fueron de viaje; otro, ella lo echó y hasta el jueves no volvieron a estar juntos.
-“Pero se quieren y son buenos”- justifica la madre todo el tiempo.
Tomás manejó un taxi por tres meses mientras Victoria buscaba nuevo empleo. Pintaron el comedor, escuchan jazz y cuidan dos plantas de tomate guachas, en un terreno baldío a media cuadra.
Por ahora no van a tener hijos. Igual ella teje una manta, con la mismas agujas-antena con las que ven televisión, y él construye una cuna de madera.
Van lento.
Hay momentos en que se odian mutua y profundamente. Otros, no.
De común acuerdo, marcan los días en el calendario. Cuando son felices encierran el número con un círculo rojo.
Y no viene nada mal septiembre.
-“Porque se quieren y son buenos”- justifica la sociedad. Todo el tiempo.
* En la foto, una planta guacha de tomate
2 comentarios:
Ay qué hermosura, her-mo-so.
Muy real. ;)
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