Fue y vino. Vuelve. Va. Violeta tiene una sonrisa tímida y los ojos muy muy muy negros. Soledad es blanca toda. Y él, que no puede decidir. No. Fue, se casó con Violeta allá por el verano y tuvieron un hijo varón y una gata siamesa. Trabajo de oficina, mate, un beso cada vez más tenue. A la gata el mundo le resbala y a Violeta no tanto, pero casi. Ya son siete años y unos meses, dos mudanzas, el crédito del Banco, un plan de vacaciones a Montevideo...pero él piensa en Soledad. Desnuda es blanca y su mano (la de él) se dibuja en contraste cuando sube. Le gusta desprender su vestido (el de ella) y que caiga, que caigan. Va, Soledad cultiva arándanos y trabaja de actriz en un teatro under. No tiene hijos, no tiene gata, no tiene problemas en que él vaya y vuelva y venga o fue. Violeta canta fados cuando pasa el plumero y Soledad actúa de Medea. Tienen el pelo largo. Tienen mejillas rojas. Tienen ombligos suaves....Cada una, la blanca, la morena, viven su mundo calmas como la calma chicha, pero él no puede decidir.
1 comentario:
Es como si estuviera mirando una foto de mi vida. muy buenas tus historias.Increible la sintesis y lo mucho que expresan, vendré de nuevo.
Nani
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